La destrucción creativa es un concepto dado a conocer por el economista Joseph Schumpeter en 1942, hace referencia a varios tipos de innovación, como la introducción de un nuevo bien o un nuevo método de distribución de bienes que destruyen los actuales. En otras palabras, las iniciativas del emprendedor innovador, descrito por el autor, pueden dejar en el camino a empresas o modelos de negocio estáticos. Por ejemplo, Apple vs Blackberry, Netflix frente a Blockbuster o Sony vs Kodak. Numerosas compañías que se consideraron exitosas en su época, poderosas, con excelentes finanzas y con solidez suficiente para soportar cualquier eventualidad, hoy ya no existen.

Si hacemos el ejercicio de recordar hace unos 15 años el ranking de las 10 marcas o empresas más importantes y sólidas de cada país, hoy posiblemente no estén en ese listado. Sea porque desaparecieron, fueron absorbidas o porque son mucho más pequeñas que antes. Según Schumpeter, en la sociedad capitalista, el progreso económico significa cambio constante. Y ese proceso de continua generación de avances tecnológicos y de modelos de negocio, vuelven obsoletas las competencias que antes hicieron exitosas las organizaciones. 

El concepto destrucción creativa tiene más vigencia que nunca. Un ejemplo para comprenderlo mejor es el de Apple y Blackberry. Apple no tenía como objetivo acabar con la Blackberry de la empresa Rim, pero llegó reinventando la tecnología móvil. Por su parte, los de Blackberry siguieron confiando en su sistema operativo que ya estaba muerto. En 2007, Apple lanzó el primer Iphone y comenzó con la euforia de las pantallas táctiles en los celulares. RIM confiaba que los usuarios siempre necesitarían el teclado físico, este hecho demostró que no innovar e ignorar lo que pasa en el mercado puede llevar a una empresa con una participación del 20% en 2009 a menos del 1% en 2017. 

Hay otros casos en los que la aparición de nuevas ideas, modelos de negocio o incluso sistemas económicos, generan una fuerte oposición por parte de las clases sociales políticos de empresas que tienen el control actual. El cambio podría significar perder su posición o incluso desaparecer. Algo parecido al caso de los taxistas contra Uber o al de los políticos aferrados varios años al poder.

En conclusión, todos, desde un gobierno, una empresa o un consumidor estamos condenados a la innovación continua y aunque a veces nos cuestionamos sobre el consumismo y si es bueno avanzar tan rápido lo cierto es que la innovación siempre ha existido y quedan dos opciones criticar o adaptarse. Es difícil detener la constante innovación porque el inconformismo es algo inherente al ser humano y esas ganas de cambiar lo establecido, según Schumpeter, es el motor del progreso de la sociedad.

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